– ¡Cuéntame tonto! ¿estás ya mejor? porque la semana pasada no supe nada de ti.
– Genial. Por fin estoy a gusto con la vida – en ese momento reparé en que no lo estaba haciendo bien pero desconocía qué me sucedía-. No tienes más que ver mi pelo. Para mantenerlo suave y brillante usaba marcas de peluquería, pero ahora he cambiado a nuevo …
– ¡José! – me interrumpió Stacey -. Vamos a ver. Céntrate. El hecho de que tengas licencia para crear anuncios no implica que tengas que protagonizarlos también.
– ¡JA! No pretendas que sea quien tu quieres que sea, Stacey. Soy yo el que tiene un hijo que cuidar y el que lleva pegándose 378 madrugones a lo largo de 10 años para poder ser quien soy hoy en día.
– Vale. El mejor amigo de mi padre es psiquiatra. Le llamaré y ¡para! ¡no quiero que montes drama!, que ir al psiquiatra no quiere decir que estés loco. Conozco a gente que ha ido y todo.
Han pasado tres meses desde aquella conversación con Stacey. Gracias a su contacto conseguí que especialistas de un prestigio centro de Salud Mental de Barcelona me diagnosticara, en su fase más prematura, un trastorno neurótico denominado «Síndrome Martina Klein«.
Esta epidemia social postmoderna solo afecta a la población española, país emisor de publicidad masiva de grandes marcas líderes a nivel mundial cuya única protagonista es la guapísima modelo argentina Martina Klein.
Actualmente me encuentro inmerso en los primeros meses de esta rehabilitación en la que estoy siendo sometido a una terapia de choque en la que me suministran todos los anuncios que ha llegado a protagonizar Martina Klein (estoy obligado a ver todas las pausas publicitarias durante una sesión de cinco horas de televisión, a leer semanalmente todas las revistas de moda y suplementos dominicales que salgan al mercado, a escuchar los anuncios de Spotify y a ver durante una hora vídeos en Youtube sin pasar el anuncio inicial). Veo a la modelo incluso cuando no lo tengo previsto, como el otro día, que entré en Facebook y me apareció este spam. ¡Vaya casualidad!
¿Cómo detectarlo a tiempo? Solo tu entorno será capaz de dilucidar en tu persona a un auténtico comercial protagonista de un Show de Truman local en el que no eres la víctima sino el verdugo. La fase más avanzada de esta crisis de personalidad se da cuando empiezas a sentir que eres Martina Klein, empiezas a verte un pelo rubio donde otros ven moreno, o castaño, o pelirrojo y tu vida solo se ve marcada por objetivos comerciales. Mi gente lo empezó a notar cuando, lleno de ilusión, empecé a comentar en una red social que mi peluquera me había dicho que no era castaño, sino rubio oscuro. De hecho amigos míos han tenido que emigrar a otros países de la UE con la excusa de aprender idiomas y buscar trabajo cuando en realidad están yendo Reino Unido o Alemania para tratarse. Fuga de Martinas lo llamo yo.
En la página 36 de El Libro Rojo de la Publicidad, escrito en 1993, Luis Bassat hablaba de que en los Estados Unidos de América el ciudadano se exponía a unos 2.000 impactos publicitarios al día y que en España, aun sin haber realizado estudios precisos, podíamos llegar a recibir aproximadamente entorno a los 1.000. Pues imaginaos en la actualidad teniendo en cuenta la facilidad que tenemos para acceder a los Medios de Comunicación a través de Internet, el desarrollo de la tecnología móvil y sus múltiples aplicaciones o la implantación de la TDT. De lo que si que no tenemos datos es de cuántos de estos impactos publicitarios son protagonizados por Martina Klein.
Con este post no pretendo demonizar la figura de la modelo argentina, perteneciente a ese grupo de top models españolas de los 90 (Judit Mascó, Nieves Álvarez, Eugenia Silva, Laura Ponte, Verónica Blume, Almudena Fernández o Vanessa Lorenzo, quienes consiguieron exportar la belleza de la mujer española a la escena internacional al mismo tiempo que ayudaban a posicionar la moda de nuestro país a través de su imagen), sino que condeno firmemente a los anunciantes, a las agencias de publicidad y a su representante por haber sobreexpuesto su imagen de tal manera que ha conseguido generar no sólo rechazo sino un costoso tratamiento a mucha gente como yo (y no, queridos lectores, Mar Flores no entra en el equipo top model).
Las redes sociales son el mejor indicador social al que las marcas no deben dejar de prestar atención, puesto que sus ventas variarán claramente en función no solo de cómo comunican a través de este medio social tan fresco y dinámico y a través de la publicidad, sino también de cómo escuchan.
Aquí una clara respuesta de quien realmente importa, el receptor de los mensajes que es, al fin y al cabo, quien decidirá si acaba consumiendo tus productos:
Si alguien se pregunta si queda algún producto en el mercado que no haya anunciado Martina Klein, la respuesta es sí: Vaginesil.
— Eva Evita Evalicious (@LaDolceEvita_) November 6, 2013
¿Sólo tiene derecho a hacer castings de anuncios Martina Klein en este país o qué? — BJean (@SaraBJean) October 26, 2013
Martina Klein, en serio, cuantas familias tienes? — Legendario (@legendarioDC) October 25, 2013
Hay días que veo más a Martina Klein que a mi chica. — Treintuitero (@Treintuitero) October 22, 2013
Gravity me gustó. Pero eché de menos no ver a Martina Klein en la pantalla en 90 minutos… — Mauro A. Fuentes (@Fotomaf) October 21, 2013
¿Tratarán algún día el tema de Martina Klein en #CuartoMilenio?
— Paquete Crujiente (@pachekman) October 20, 2013
Mira hijo, un anuncio de tv en el que no sale Martina Klein!! Corre, pide un deseo!!
— Rome (@alvaromera93) October 20, 2013
Sigo sin entender cómo en 7 años Martina Klein sólo ha vivido 387 madrugones. Y luego el secreto está en Olay, CLARO. — Betina Serrano (@Betinaserrano) October 14, 2013
¿Por qué en España son todo anuncios de productos vaginales y de Martina Klein? ¿Por qué? — theweakestblogger (@weakestblogger) October 4, 2013
Hostia, ¿Martina Klein también hace anuncios?
— Revista Mongolia (@revistamongolia) September 25, 2013
A pesar de todo esto, sigo teniendo confianza en el espíritu creativo del publicista español, que algún día logrará suprimir clichés de mal gusto como, por ejemplo, el de la andaluza ama de casa que pide consejos de limpieza nada menos que a Belinda Washington, el de deportistas sin carisma que evaden el pago de impuestos y que ganan millones sin decir una sola palabra, y el de modelos que saturan el primetime provocando que cambiemos de canal. Abogo por la publicidad emocional, que es al fin y al cabo la que acabamos recordando (anuncio Campofrío), por muy vegetariano que esté intentando hacerme.
¡Sed responsables con la publicidad que consumís! Seguiré informando.
José Miguel Carrasco Jiménez
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